martes, 27 de agosto de 2019

Ápice


Un día yo vi a la muerte,
estaba paseando entre unas columnas de seda
que a la vista parecían de piedra.

Vestía un sombrero
y tenía un perfil de belleza indefinida.

Se paseaba entre figuras,
estatuas que no eran de carne y hueso.
Andaba sobre un piso bicolor,
tan ligero, melódico y eterno.

Al observarla el tiempo se hacía tardo,
espeso, tan sosegado.
Como si fuera un último respiro,
la última palabra dilatada,
la memoria extinta.

Como cuando se hace ausente la pasión en un beso,
Como cuando la mirada se vuelve hueca,
Cuando la palabra no tiene propósito,
Como el ingrávido silencio luego de que existiera todo.


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