jueves, 19 de septiembre de 2024

Once semanas

Hace tantos años que no escribo algo. No tan largo como hoy deseo. 

En este momento soy alguien en transición. Paso de ser una a ser otra, en espíritu, en carne, hasta en sangre. Cada minuto dentro de mi se renueva y se construye cada célula. Dejo de ser para convertirme en algo que no se quién o qué será, pero ojála sea mejor de lo que soy ahora. No se trata de quién dejaré de ser.  A estas alturas, eso es inevitable, inefable, congruente, necesario, atroz. Todo depende en cómo uno quiera leer la inminencia de lo que sucede en la vida, cada día, cada vez que el sol decide iluminarnos cada mañana. Lo insospechable, los planes tan creados y tan destructibles. Es la vida, solo fluyendo de un punto a millones de ellos, creando entre sí lo que ni nos imaginamos a cada instante. Así es como me siento ahora, como un manojo de cables donde solo surge la energía, va de un punto a otro sin preguntar. 

Haciéndome otra, creando cada día lo que ni siquiera puedo pronunciar por su complejidad. 
¿Será verdad? que ser una ahora y otra después supone una despedida, ¿un duelo? No estoy tan segura.

Qué bonito es el accidente de la vida, el azar, el poder de lo deseado, el saberse de carne y hueso para ser lo que motiva parte de lo que es la razón de haber sido hechos algún día. Es el ciclo de ser y de no ser, o de poder ser hasta donde se puede, hasta donde se alcanza. Hoy no me interesa tanto lo que cambie de éste, mi cuerpo. Soy elástica, soy pura sangre, carne y huesos en constante cambio y movimiento. Estoy de alguna manera preparada sin saberlo, es la genética, es la evolución milenaria impresa sobre cada una de mis células. 

Soy en esencia alma y tiempo que además transcurre, quizás hasta hoy no se me hacen tan verdaderas estas palabras. Me asombra y angustia más la existencia, los pensamientos, lo que seré aún sin pedirme permiso, pero de alguna forma previamente pactado, como una estrella, como un universo que solo explota contrarreloj para convertirse en otra cosa. 

En un estruendo que después es nublado por el silencio y la oscuridad. Que en vez de ser así, deseo quedarme en medio de la explosión de la luz, ingrávida, suspendida, lista para ser parte de otro universo que no tiene límites ni se detiene. Que persiste para ser en partículas algo nuevo y maravilloso. Porque todo va y regresa, como una especie de amor que existe sin tratarse meramente de una recompensa. Es la pura coincidencia de existir. Es la gracia de ser, aunque no sea ya la misma.

No le temo a la muerte ni al dolor, porque es inevitable el paso de estos. Son parte de la hazaña de cada día, desde hace no se cuántos milenios, desde hace no se cuánto como parte de mi, no solo ahora sino siempre. Pero prefiero pensar en la alegría y en la trascendencia, eso me suena mejor, no hay nada mejor que la esperanza de saberse estar aún cuando no se estará. Espero en Dios pueda lograrlo, espero en Dios pueda ver el cielo y el mar tomada de mi mano y de la suya. Todo esté en los planes de Dios, de la ocurrencia del azar en este universo tan bien elaborado. El accidente perfecto, el deseo que parece una chispa que procura el caos y lo que no se conoce, pero en realidad es la instrucción perfecta y oculta. Dios nos bendiga a cada paso, el océano inunde nuestros pies. Dios ayúdame a no temer esta transición, que en el curso de la vida como un río poso mi confianza. Así es, aquello que se llama fe, hoy proclamo en este viaje.

sábado, 26 de septiembre de 2020

Invitación

Hoy necesito decirte que te amo.

Que no es que vuelva porque no tengo nada más.

Sino porque tengo un mundo delante, pero entendí que no lo quiero sin ti.

Sin dinero, con dinero.

Con oportunidades y sin oportunidades.

Y cosas que no entendemos ahora ni entenderemos nunca uno del otro.

Quiero que sepas que con el mar de telón de fondo o sin él, yo anhelo acostarme en tu regazo y sentir la tibieza de tu cuerpo donde posa el universo, el único donde solo tú y yo existimos, uno para el otro como un ciclo perfecto.

Porque he entendido que no se trata del sabor de tus labios sino el amor y cuidado que transpiran.

La paz negada de la obstinación. Con todos nuestros átomos necios y callados yo solo deseo que batallemos un poco para no inundarnos, que no nos cubramos de la sombra distanciada, porque no ha sido fácil navegar y decírnoslo hoy.

Te quiero porque no puedo imaginarme un mundo nuevo sin decirte que me he asombrado.

Todo quiero compartirte, todo quiero descubrir pero contigo.

Aún con mis horas llenas de desesperación, desaliento, silencio y locura pero también mucho amor.

¿Me acompañas?


martes, 1 de septiembre de 2020

El momento aquel

Ese momento donde uno mira el horizonte y entonces elige.

Uno prefiere y decide.

Se trata de la brecha entre lo que se desea y lo que puede llegar a ser realizado.

Puede ser de tarde o de noche pero con el corazón lleno de sentido, se trata de lo que nos hace enmudecer y más tarde gritar de júbilo.

Es el ritmo de la tecla unísona rebosante de inspiración. La palabra hueca y la dicha en su esplendor.

Es el sentido de la vida abrazando al de la muerte.

El momento aquel donde escucho al universo mientras el sol me deja ciega. Es acabarse la belleza y besar las arrugas del tiempo, el sabor que deja sobre los labios la lágrima que se derrama, salada, descifrable y auténtica.

Aquél cuando despierto y me doy cuenta que respiro.

La comprensión vendrá después.

Es el momento donde el amor existe y la mentira se desvanece porque la verdad se aparta de la sombra.

El momento aquel de la nota más alta en el salón más vacío. 

Ese momento donde existo y no.